Opel Corsa-e: primera toma de contacto

Opel quiere democratizar la movilidad urbana con el Corsa-e, la primera versión 100% eléctrica del incombustible utilitario alemán

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Después de muchas semanas de información de que lo que se denominó como un momento histórico para Opel, por fin tuvimos la oportunidad de ponernos al volante del Corsa-e, el primer vehículo eléctrico de la marca alemana, y probarlo por el complicado tráfico de la capital germana, Berlín.

Es evidente que en esta prueba nos faltó una parte importante en el día a día de un vehículo eléctrico, la recarga, aunque si bien es cierto que ese aspecto depende mucho del tipo de cargador al que conectamos el vehículo, puesto que puede ser más o menos lenta. Durante la prueba recorrimos un centenar de kilómetros con el Opel Corsa-e eléctrico, la mayor parte de ellos en el centro urbano de la capital, escenario del día a día de la mayor parte de los vehículos.

En el momento de ponernos al volante, lo primero que hicimos fue revisar la autonomía que le quedaba al vehículo, y que en este caso era de 250 kilómetros. Teníamos por delante un centenar, y el objetivo devolver el vehículo con la mayor autonomía posible, rodando como lo haríamos normalmente. Después seleccionamos el modo de conducción, ya que el nuevo Opel Corsa-e nos ofrece tres tipos, normal, sport y eco. Como la mayor parte del recorrido sería urbano, optamos por la posición eco. Hay un último ajuste, posiblemente el más importante en nuestra conducción, y es el de la regeneración. Habitualmente siempre llevamos la palanca en la posición D, en donde la regeneración depende del uso del pedal del freno. Ahora hay una segunda posición, la B, en donde se incrementa la frenada en el momento en el que levantamos el pie del acelerador, por lo que podemos conducir sin utilizar el pedal del freno. Y después de ahí, el silencio más absoluto.

Hay que tener cuidado en la salida. La fuerza, 260 Nm, lo da muy pronto, con lo que es fácil alcanzar esos 8,1 segundos que la marca dice que tarda en ponerse de cero a cien kilómetros hora. Debemos tener presente que no es un vehículo para correr, y por ello debemos controlar más nuestros impulsos.

Al situar la batería bajo los asientos, el punto de gravedad es más bajo, con lo que cuando conduces tienes la sensación de que el coche va más pegado al suelo y se agarra mejor. Su conducción es ágil y en el centro urbano nos permite conseguir una buena recuperación para que nuestra autonomía no se reduzca de forma considerable. En los alrededores de Berlín cambiamos el modo de conducción probando el normal y sport, y la verdad es que los cambios se notan. Al final, y tras rodar cien kilómetros, nos quedó una autonomía de 130 Km.

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